Dr. Dennis Loo, profesor adjunto de la Universidad Estatal Politécnica de California, Pomona, y co-editor de Impeach the President: The Case Against Bush and Cheney (Por qué hay que hacer un juicio de destitución contra Bush y Cheney, de la editorial Seven Stories Press, 2006), y miembro del comité directivo nacional de El Mundo no Puede Esperar — Fuera Bush y su Gobierno
¿Cómo ir de donde estamos a donde debemos estar? Sabemos que hay una gran brecha entre el uno y el otro. La población de este país debemos actuar, millones de nosotros, en formas visibles e inconfundibles si vamos a tener una chanza de sacar del poder a Bush y Cheney, repudiando lo que representan y creando un ambiente político completamente diferente.
¿Qué es el obstáculo? Confrontamos una situación que resulta en parte de la pasividad popular, pero no en lo principal. Si mañana John Kerry o The New York Times demandaran un juicio de destitución, no estaríamos debatiendo la “pasividad popular” porque sería dramática e inmensa la efervescencia a favor.
El obstáculo principal a un juicio de destitución en estos momentos es la unanimidad del gobierno (con la excepción de Kucinich et al) en oposición a ella. Los medios de comunicación y los líderes políticos por igual se oponen a abrir la caja de Pandora de los crímenes de Bush y Cheney (en parte porque están involucrados en ellos). (Más sobre esto a continuación). La población reconoce que será sumamente difícil e inusitado actuar contra el gobierno de Bush sin el apoyo (dirigente) de los líderes políticos y los líderes de la opinión pública.
Debido a que la mayoría de las acciones de Bush y Cheney (y la colusión del Congreso et al en ellos) se ha tapado sistemáticamente, la población en general no percibe la gravedad de la situación. Esa misma inacción de los líderes políticos y los medios de comunicación respecto al juicio de destitución ha dejado la impresión, en gran parte de la población, de que las acciones del gobierno de Bush no pueden ser muy malos porque si no, nuestros líderes harían algo al respecto. Evidentemente esa conclusión encaja con la idea errónea pero muy generalizada de que el gobierno representativo es todo lo que hay en la política; es decir, que la política es apoyar o cabildear a varios políticos, y nada más.
Obviamente hay excepciones, porque la situación inquieta a muchas, muchísimas personas. Por supuesta, la guerra ocupa un lugar central en ese descontento, pero no es simplemente la guerra. Muchísimas sienten preocupación por diferentes aspectos del programa de Bush: la tortura, las detenciones, el huracán Katrina, la anulación del derecho al aborto, las mentiras, el espionaje, la corrupción generalizada, los ataques a la ciencia, las grietas en el muro que separa la iglesia y el estado, y los pasos hacia una teocracia, la reducción de servicios sociales y protecciones federales, la abrogación de libertades civiles, el oscurantismo, la intolerancia y los prejuicios que emanan de la presidencia, los demagogos chillones como O’Reilly que dominan el discurso público y han opacado el discurso razonado (a la medida que existiera antes en el discurso público), etc. etc.
Pero esa preocupación es media formada: difusa, sentida amplia y generalizadamente, pero sin organización ni realización, con la excepción de los pocos que son activistas políticos. Pero incluso entre los activistas se cuestionan mucho, buscando el camino para adelante y preguntando por qué estamos en una situación siempre más preocupante y horrible. David Lindorff (coautor de The Case for Impeachment) lo describe así, en el nombre de su portal: “Esto no puede estar pasando”.
Pero sí que está pasando. Y seguirá pasando a menos que, y hasta que, actuamos para pararlo. Nuestra situación requiere ideas y métodos innovadores. No vamos a convencerles a los demócratas a que hagan un juicio de destitución con apelaciones a la lógica o los valores morales, y no vamos a hacer dramáticos avances mediáticos si solo queremos convencer a los medios a escucharnos. Los medios de comunicación no han reseñado ninguno de los muchos libros sobre el juicio de destitución y les han cerrado las puertas de la televisión a todos los autores, con la excepción de Elizabeth de la Vega que apareció brevemente en el programa “The Colbert Report”. Tenemos que pasar por encima de los medios y apelarnos directamente a la población.
Si hacemos eso y logramos movilizar a la población en cantidades suficientes, podremos desprender de la dirección política a un mayor sector disidente que el puñado que tenemos ahora (Kucinich, Waters, Lee, Woolsey...) y recibir una atención mediática aceptable. A su vez, eso nos ayudará a alcanzar la masa crítica que necesitamos para hacer que el Congreso convoque audiencias y que los medios de comunicación entablen discusiones abiertas, apreciativas y serias sobre el juicio de destitución, etc. En tales circunstancias es razonable esperar un efecto en cascada que conduzca a la destitución de Bush y Cheney o, es posible, a un enorme choque de fuerzas. Nadie puede predecir quién triunfaría en esa clase de batalla, pero por lo menos habría dos lados y una chanza de ganar en vez de la certeza de perder.
“Nos toca a nosotros despertarnos y despertar a otros, para forjar desde las bases nuevos líderes de los movimientos sociales que se constituyan en una contrafuerza alternativa y poderosa que puede transformar la atmósfera política y proveer una autoridad legítima que puede competir con la autoridad caduca e ilegítima que dirige actualmente al país. El poder actual no nos ha dejada otra alternativa”. Prefacio, Impeach the President
Cuando escribí eso mi intención fue literal. Necesitamos forjar una dirección legítima alternativa. Eso es clave para que la gente se movilice a un nivel mayor y más resuelto. Y es clave para sacar al gobierno de Bush y Cheney y crear un ambiente político muy diferente.
La campaña ¡Pronúnciate ya! nos ayuda a abordar esto en tres dimensiones principales. Cada una contrapone nuestros puntos fuertes a las debilidades de nuestro adversario. La primera tiene que ver con la manera de movilizar a la gente. La segunda tiene que ver con la moral y la ideología. La tercera tiene que ver con forjar modelos. Las tres están diseñadas a arrebatarle a la dirección actual la influencia que tiene.
Con respecto al primer tramo: ¡Pronúnciate ya! responde al hecho de que la mayoría de la población quiere que se haga un juicio de destitución a Bush y Cheney. Ese es un factor estratégico a nuestro favor. El 58% quiere que "se vayan ya” Bush y Cheney, según una encuesta de la revista Newsweek de enero del 2007. En la encuesta de octubre del 2006, el 51% quería un juicio. (Es muy diciente que la revista no presentó los hechos de esa manera. No quiso sumar la cantidad que quería que el juicio fuera la principal prioridad de la nueva mayoría demócrata del Congreso y el porcentaje que quería que fuera una prioridad pero no la principal). Las encuestas de octubre y enero concuerdan con lo que las agencias de encuestas han encontrado desde junio del 2005.
Contamos con la mayoría aunque la mayoría apenas conoce una pequeña parte de lo que Bush y Cheney han hecho y a pesar de la oposición resulta, implacable y constante de la dirección política y muchas personas influyentes.
¿Por qué es eso posible? ¿Cómo puede existir una brecha tan grande entre el público y los líderes de la política y la opinión? Porque lo que Bush y Cheney hacen es tan atroz, tan descarado y tan drástico que es imposible encubrirlo totalmente.
Lo que Bush y Cheney representan no es una aberración sino la punta de lanza de una ruptura con el compacto social histórico que ha existido en Estados Unidos. Las fuerzas dominantes del gobierno están plasmando un nuevo compacto con un estado tipo fascista. El fascismo, como dijo Sinclair Lewis en 1935, aparecerá en Estados Unidos “envuelto en la bandera y portando una Biblia”. El gobierno entero va en esa dirección. Ha avanzado muy lejos con asombrosa rapidez. Lo que hace meses era impensable ahora es un hecho concreto.
Están listos las razones para la ley marcial (la “guerra mundial contra el terror”), las leyes (como el acta Warner, NSPD-51), la máquina propagandística (especialmente Fox News, el locutor Rush Limbaugh, etc.) y los “soldados del ejército de Dios”. Lo único que hace falta es un incidente/pretexto que lo precipite, otro 11 de septiembre más devastador: la detonación de un aparato nuclear en una ciudad importante de Estados Unidos, una epidemia de la gripe aviar, una represalia iraní por un ataque israelí o estadounidense. Cada uno de estos panoramas no solo son posibles sino probables. Michael Scheuer, ex analista de la CIA a cargo de cazar a Osama bin Laden y autor de Imperial Hubris: Why the West is Losing the War on Terror, le dijo a 60 Minutes en el 2004 que otro ataque como el 11 de septiembre es virtualmente una certeza.
De darse otro incidente tipo 11 de septiembre, la enorme impopularidad de Bush y Cheney no tendría ninguna importancia. Además, Osama bin Laden quiere que los neoconservadores estén en el poder, se beneficia de ellos y probablemente lanzaría un ataque para que tenga el máximo impacto en las elecciones y de esa manera ayudar a Bush y Cheney y las fuerzas que ellos representan. Ya lo ha hecho en otras ocasiones. Por ejemplo, la CIA ha concluido que su declaración la víspera de las elecciones del 2004 tenía la meta de ayudar a Bush. Ni estamos seguros de que en el 2008 haya elecciones.
La gente tiene que encontrar su voz. Lo invisible tiene que hacerse visible. Hay tanto en juego que hay que encontrar la manera de resolver este problema y superar esta barrera. Nosotros que estamos en este país tenemos una enorme responsabilidad ante el país y el mundo. Lo que hagamos o no hagamos, en los próximos meses o años o lo que sea, repercutirá con una enorme magnitud.
Se puede comparar la situación en la que estamos a la de un grupo de personas que busca impedir el colapso de un dique en medio de inundaciones y fuertes tormentas. Nuestro grupo se ha formado en fila para llevar sacos de arena al dique, pero no vamos a lograrlo porque somos muy pocos, a no ser que muchos más pongan manos a la obra. Los demás tienen que ser parte del equipo de rescate, y si lo hacen el dique no caerá. Pero no queda mucho tiempo y el agua sube rápido.
El tema de la campaña ¡Pronúnciate ya!, que el color naranja (por medio de listones, paliacates, playeras, etc.) se vea por todas partes, tiene como objetivo que lo invisible sea una fuerza material visible. Si solo el 2% del 58%+ que quiere que se larguen Bush y Cheney se vistieran de naranja, eso significaría que millones de personas estuvieran manifestando su oposición a este gobierno. A lo mínimo, docenas de millones verán el color de la oposición popular, ¡y no importará si los medios lo mencionen o no! Será patente.
Las manifestaciones y los plantones son importantes, pero no van a crecer repentinamente o por incrementos a la magnitud que necesitamos. Aun si 500,000 personas fueran a D.C. y 1,000 se quedaran indefinidamente —no digo que estas cosas no son dignas de hacer— pero aun si lo hiciéramos ¿cómo serían los informes de prensa? Igual de negativos como en el pasado. A las tácticas que dependen de informes periodísticos hay que sumar tácticas que no los requieren.
Es importante reconocer el nivel de unanimidad que existe hoy en el gobierno y lo que está en juego. Para ilustrarlo: el New York Times tenía la misma información y quizás más que el movimiento contra la guerra sobre lo fraudulentos que eran los argumentos y los “hechos materiales” que predominaban antes de la invasión de Irak. El Times, sin embargo, no se opuso a la guerra y de hecho jugó un importante papel al legitimarla. De igual manera, el Times y otros periódicos tenían los informes sobre las encuestas a la salida de las urnas y otros hechos que comprobaban que se robaron las elecciones del 2004. Sin embargo, no los tomó en serio; de hecho, el Times nunca informó sobre los resultados de las encuestas a la salida de las urnas en ningún artículo o comentario sobre las elecciones. Más bien difundió la falsa idea de que los tal votantes “pro valores morales” le dieron la ventaja a Bush.
Se ha estado dando un giro dramático (eso es lo que se analiza en Impeach the President en general, pero especialmente en el Prefacio, la segunda mitad del capítulo 2, y en los capítulos 5, 6 y 14). Los neoconservadores, a quienes representan Bush y Cheney, tienen una ventaja decisiva. La oposición (por ejemplo, que está encarnada en el libro de Gore The Assault on Reason) es, en comparación, débil y, lo que es más importante, está mal dispuesta a desencadenar a las masas porque también podría ser su propio fin como élite y porque son incapaces de pensar fuera del marco del imperialismo y de Estados Unidos como la superpotencia “líder” sin rivales. Naturalmente, la única manera de enfrentarse a la derecha radical es desencadenar a la gente.
El gobierno está efectuando un cambio histórico y drástico para reestructurar los cimientos fundamentales de la unidad en Estados Unidos y descartar ciertos aspectos clave de la Constitución (debido proceso, hábeas corpus, inocente hasta que se pruebe lo contrario…), así como el derecho internacional e instituciones internacionales (Convenios de Ginebra, la ONU, etc.). Esto nos ha planteado un peligro extraordinario así como una oportunidad extraordinaria. Está en medio de lo que yo describiría como lo que sucede cuando un cangrejo descarta su viejo caparazón. El nuevo caparazón es blando y vulnerable. La ruptura que está efectuando estremece la conciencia de todos menos los que están completamente hastiados y los que se han dejado vendar los ojos por la fe derechista. Nuestros líderes están metidos en graves problemas en Irak. Como resultado de lo que hacen y de las dificultades con que han tropezado como resultado de la resistencia (de parte de los iraquíes, por ejemplo), son cada vez más impopulares. A fin de cuentas, nos están llevando en una dirección dramáticamente diferente.
De parte de ellos, esta es una maniobra verdaderamente radical. Todavía no han consolidado las nuevas condiciones de su mando, así que estamos en un período de transición, lleno de peligros para ellos y para nosotros. (Lo que vemos con respecto a las debilidades del pueblo, en cuanto al deseo de lanzarse a la calle y protestar, se debe en parte a que Estados Unidos nunca ha sido un país muy democrático y en parte también a que la población, en comparación con la de otros países, carece de complejidad política).
Debido a que la derecha sigue al mando de las instituciones de poder y a la influencia y peso del imperio derechista de los medios, así como la cooperación, cobardía y estrechez de miras de la prensa grande y el Partido Demócrata, Bush y Cheney siguen a salvo de la ira popular. ¿Qué tenemos que hacer para superar ese problema?
Aquí es donde da como anillo al dedo la campaña ¡Pronúnciate ya! Normalmente, en la política (al igual que los movimientos), en la relación entre los líderes y los dirigidos, los líderes en general tienen la iniciativa y los dirigidos no avanzan más allá de donde los líderes son capaces o están dispuestos a llevarlos. Los líderes de este país no están llevando la situación hacia un juicio de destitución sino hacia el desdichado camino de más horrores. Lo que tenemos que hacer es dar un “empujón” desde abajo que dé ánimo a los que han perdido el ánimo y están frustrados, y que crea las condiciones en las que puede surgir una dirección que puede competir.
La gente no avanzará sin dirección. Eso se aplica tanto a los sistemas políticos como a los movimientos. Nuestro movimiento no ha llegado a ser la clase de autoridad/dirección legítima que pueda competir y que amplios sectores de la población respeten y sigan en oposición a la dirección que tenemos ahora. El hecho de que el gobierno se opone sólidamente a un juicio de destitución y se opone sólidamente (y/o teme) a denunciar las despreciables maniobras en marcha (como la tortura) ha creado una situación en la que la población se siente confundida, sofocada y paralizada. Claro, hay quienes han descartado la confusión y parálisis, que es bueno. Pero si esperamos que millones más lo hagan, entonces tenemos que darnos cuenta que se va a necesitar más que solo nuestras denuncias, análisis y convocatorias. No vamos a superar eso con otra manifestación. No vamos a cambiar el equilibrio de fuerzas de esa manera, no ahora ni en estas circunstancias. Que mucha gente, millones, pase a ser líderes requiere un enorme salto.
Todavía no se han emergido ciertos elementos clave de los años 60 con la agitación social que se necesita y que repercute mutuamente: internacional-nacional, nacional-internacional. Solo para mencionar algunos de esos elementos: no se están dando movimientos de liberación nacional por todas partes del mundo; no hay un sector del Partido Demócrata y de la prensa que apoya en cierta medida la agitación popular (aunque sea para conciliarla); y no hay un movimiento de derechos civiles. Para lograr lo que tenemos que lograr, vamos a tener que hacerlo sin la ayuda de nadie. Eso no solo cambiaría la situación en Estados Unidos sino que transformaría el ambiente mundial. ¡Imagínense el efecto que tendría en el resto del mundo ver a millones de personas aquí en pie contra la tiranía!
Tenemos que concientizar a mucha gente para que capte nuestra estrategia y se movilice guiada por esa estrategia, para que contribuya a ella y para que se lance con entusiasmo porque ve que nuestra estrategia FUNCIONA. Uno de los mayores obstáculos ahora es que a pesar de que tanta gente quiere que Bush y Cheney se larguen, no ve cómo hacerlo ante un Partido Demócrata y una prensa corporativa intransigentes. ¡Pronúnciate ya! puede ayudar a superar tanto el problema de la supresión por el gobierno y los creadores de la opinión, y el hecho de que la mayoría está con nosotros pero está desorganizada y desorientada. Si logramos que se exprese, podríamos esquivar la hostilidad de la prensa y atacar el punto débil de nuestro adversario. Son vulnerables precisamente porque sus acciones son tan infames.
La campaña ¡Pronúnciate ya! no es lo mismo que una manifestación/plantón rutinario. Unos se oponen por eso. Es importante que no menospreciemos lo que ¡Pronúnciate ya! requiere en cuanto a participación popular y acción independiente. Estamos pidiendo que se pronuncien de una manera muy visible, a la vista de todos, en las calles. ESTAMOS hablando de una movilización en masa. La gente estará “en la calle”, en todas partes y donde sea que vaya. El hecho de que no requiere el mismo compromiso que ir a una protesta no le resta importancia. Si logramos esto, habrá que manifestar la oposición públicamente. La campaña ¡Pronúnciate ya! tiene un aspecto muy ideológico, y eso nos lleva al segundo tramo.
El segundo tramo de ¡Pronúnciate ya!: una de las maneras que unas fuerzas pequeñas y no élites pueden superar sus puntos débiles es tomar la posición moral superior y de ahí poner un reto a las élites por la dirección e influencia. En la media en que se logre desenmascarar la falta de moral de la actual dirección, podríamos atraer a nuestro lado a sectores de la población que se encuentran en las garras de las élites políticas. Para lograr sus objetivos y este cambio histórico, nuestros líderes están convirtiendo en rutinario ciertas prácticas de facto: tortura, agresión sin provocación contra países inocentes, detenciones indefinidas, espionaje sin orden judicial, y cosas por el estilo. No tienen otra manera de lograr sus ambiciones alocadas.
Pero al hacerlo, hacen cosas horripilantes ante los ojos del mundo entero. Solo han salido impunes porque nadie los ha retado. Nuestros líderes (toda la cúpula del poder) son muy vulnerables. Tenemos que deslindar campos clara e incansablemente en cuanto a la moral. Hay que plantear el problema tal como lo hizo El Mundo no Puede Esperar: Tortura + Silencio = Complicidad. Hay que escoger. ¿De qué lado estás? ¿Estás a favor de la tortura, los crímenes de guerra y la tiranía? ¿O en contra de ellos? ¿Estás a favor de negarle a la mujer el derecho al aborto? ¿A favor de la teocracia? Y cosas por el estilo. En la medida que logremos que se condene lo inmoral de nuestros líderes, podríamos superar, en buena medida, nuestras desventajas. Como dice Henry Kissinger en su autobiografía, en los años 60 había una fuerza pequeña (Estudiantes por una Sociedad Democrática) que ejercía bastante influencia, desproporcionadamente con respecto a su tamaño, porque por toda la sociedad se estaba dando cuenta de que lo que el gobierno decía era mentira.
El tercer tramo: tenemos que prestar atención de una manera especial a forjar modelos entre los desconocidos (los chavos que se lanzan a la lucha y motivan a otros a seguir su ejemplo) y entre los famosos: celebridades y líderes del entretenimiento, el deporte, las artes, la literatura, la academia, las fuerzas armadas, los galardonados del Premio Nobel, y gente así. Son líderes y los van a seguir. Pueden jugar un papel sumamente importante y darle pies a esta campaña. Son personas respetadas y si toman una posición pública (si se dejan fotografiar vestidos de naranja y dan una declaración sobre por qué), nos podría ayudar a zafar a los atraídos por la dirección política actual. Uno de los factores en la justa protesta de la Universidad de Santa Barbara, cuando 2,000 estudiantes se tomaron la carretera, fue la gran cantidad de maestros que cancelaron las clases y exhortaron a los estudiantes a participar. Ese es el ejemplo que tenemos que popularizar.
Acabamos de iniciar esta campaña, e indudablemente habrá muchas lecciones que sacar y cosas que ajustar a medida que vayamos adquiriendo más experiencia. De lo que sabemos, parece que al oír de la campaña mucha gente ha respondido con gran entusiasmo. Por ejemplo, Barbara Olshansky dijo: "¡Qué idea más excelente!", e inmediatamente se puso un enorme listón naranja.2 Unos activistas cuentan que cuando se ponen listones o paliacates de naranja, tanto desconocidos como compañeros de trabajo les preguntan por qué. Si ya están hechas, es muy fácil repartir listones en la calle. También está claro que para que esta campaña tenga éxito se va a requerir perseverancia y un enorme esfuerzo. No se reconoce de inmediato el potencial que tiene esta campaña o de la diferencia que hace que se ponga algo de naranja. ¡Pronúnciate ya! no es un artimaña. Tenemos que presentarla con entusiasmo y convicción, conseguir que se capte la estrategia y convencer a participar. No sucederá espontáneamente. Vamos a tener que concentrarnos en la juventud y las personas famosas. También debemos procurar que otras organizaciones del movimiento adopten el color naranja. A fin de cuentas, nuestra responsabilidad es con todo el movimiento. Si hacemos estas cosas, la probabilidad de salir exitosos aumentará muchas veces.
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